Loquita celular
Anda por la calle. Sube a los camiones. Trae un teléfono celular en la mano y está conectada a él por el cable del audífono y del micrófono. Habla incesantemente al vacío, sin ver a nadie. Discute airada. No le habla al celular, que mantiene en la mano como si mostrara una pequeña charola o una estampa religiosa. Nadie sabe si de verdad habla con alguien o si su teléfono siquiera sirve. Algunas veces, sin embargo, hace una pausa y parece escuchar. Contesta que sí, que va a colgar y que de inmediato va a hablarle a alguien más, pero no: sigue diciéndole al teléfono de los agravios que le causa el mundo, de la mala leche de los demás. Habla como en un rosario, en una letanía. Tal vez sea entonces una forma de rezar lo que hace y ya no ve en realidad a nadie aquí en la tierra, sino que conversa sólo con Dios. Todo el tiempo. O con el diablo. O con los dos. O con ellos dos adentro de ella.
6.11.08
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