La desaparición del tiempo
Contemplaba el cielo, la montaña, el lago —aunque aquí no hay lagos—; pero le dolía el tiempo, al pasar e irse. Corrió a la plaza comercial más cercana. Respiró aliviado. El tiempo seguía pasando, claro, pero era como si no pasara porque cientos de cosas útiles e inútiles estaban ahí para entretenerlo, mientras recorría de lado a lado ese pequeño mapa del mundo, en donde todo estaba tan a la mano, organizado, claro y limpio, según él. Al salir de ahí siguió imaginando que el mismo show continuaba en la calle, las casas, las tiendas, los aparadores, los puestos callejeros, los restaurantes. Como todo esto estaba simultáneamente en el espacio, solamente tenía que moverse hacia atrás o hacia adelante o a cualquier lado para alcanzarlo, y así ni el tiempo se le iba a ningún lado, así nomás llevándose todo quién sabe a dónde. No era cierto, y ni siquiera él mismo lo creía, pero simulaba que sí. De hecho ni necesitaba pensarlo, nada más sucedía, para mayor felicidad suya.
10.4.09
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