Lugar de lugares
Hay una zona de la ciudad que me parece bastante internacional. No hablo del aeropuerto, ni del rumbo de las plazas comerciales, con Sam’s Club, McDonald’s y Kentucky Fried Chicken a la orden, no; se trata más bien de por el lado de la Central de Abastos, que igual parece una mezcla del centro de Los Angeles, de la Línea, en Tijuana; de la Merced en el D.F., del otro lado de la Calzada Independencia, por el mercado Libertad, en Guadalajara; y de las calles populosas de Sao Paolo, de Bombay o un El Cairo atestado de bazares, que, para el caso, es como nosotros, observado con fastidio y con indiferencia por antiquísmas pirámides.
30.1.09
29.1.09
Día 207. (290109)
Fábula selvática
En una esquina barrita estereofónico un elefante de muchas ruedas y enorme acumulación de masa corporal, pero de cerebro pequeño. Un taxi, animalito a sus pies, se atraviesa, ensordeciendo un poco más a cada grito que lo golpea por las cuatro puertas. Como todo taxi tiene caparazón (esa es su suerte). Se hace bolita, cierra los ojos, y sonríe, desde su frágil autoestima para defenderse de lo que puedan pensar de él los otros. Su cerebro es también pequeño. Se detestan uno al otro en ese momento, pero no pueden hacer más que ladrarse, aunque no son perros.
En una esquina barrita estereofónico un elefante de muchas ruedas y enorme acumulación de masa corporal, pero de cerebro pequeño. Un taxi, animalito a sus pies, se atraviesa, ensordeciendo un poco más a cada grito que lo golpea por las cuatro puertas. Como todo taxi tiene caparazón (esa es su suerte). Se hace bolita, cierra los ojos, y sonríe, desde su frágil autoestima para defenderse de lo que puedan pensar de él los otros. Su cerebro es también pequeño. Se detestan uno al otro en ese momento, pero no pueden hacer más que ladrarse, aunque no son perros.
28.1.09
Día 206. (280109)
Compadeciendo a Cri Cri
¿Para qué quiere el conejo Blas una escopeta?: para matar zanahorias.
¿Para qué quiere el conejo Blas una escopeta?: para matar zanahorias.
27.1.09
Día 205. (270109)
Metamorfosis
Un gusano tiene como meta cazar a una mariposa para entonces envolverse con sus alas y dormir la mona. De este modo nunca se convertirá en mariposa, pero se hace las ilusiones de lograrlo sin tanto esfuerzo.
Un gusano tiene como meta cazar a una mariposa para entonces envolverse con sus alas y dormir la mona. De este modo nunca se convertirá en mariposa, pero se hace las ilusiones de lograrlo sin tanto esfuerzo.
26.1.09
Día 204. (260109)
Eficiencia
Frente al Panteón General, sobre la calle que desemboca directo a su entrada principal, dejaron estacionada una gran pipa de agua, por si a los muertitos se les ofrece, para que luego no anden diciendo que escasea el agua, y que el gobierno no atiende las necesidades de sus gobernados y que faltan servicios, y todas esos infundios que quién sabe de dónde saca la gente de esta ciudad a cada rato con tal de dañar la imagen de ellas, las instituciones. Ajá...
Frente al Panteón General, sobre la calle que desemboca directo a su entrada principal, dejaron estacionada una gran pipa de agua, por si a los muertitos se les ofrece, para que luego no anden diciendo que escasea el agua, y que el gobierno no atiende las necesidades de sus gobernados y que faltan servicios, y todas esos infundios que quién sabe de dónde saca la gente de esta ciudad a cada rato con tal de dañar la imagen de ellas, las instituciones. Ajá...
25.1.09
Día 203. (250109)
Cinta de Moebius
Una señora lavaba a mano. Utilizaba jabón de pastilla. Cuando estaba delgadito como una lámina lo guardaba sin dejar que se extinguiera. Después fundía varias láminas juntas en una lata sobre la lumbre de la estufa, y de ahí sacaba otra pastilla, de forma cilíndrica y la usaba, igual que las otras, hasta adelgazarla nuevamente. La guardaba entonces con las otras láminas y volvía al proceso de fundición. De este modo, en un ciclo interminable, lavaba siempre, en cierto sentido, con un mismo jabón que daba la vuelta sobre sí mismo.
Una señora lavaba a mano. Utilizaba jabón de pastilla. Cuando estaba delgadito como una lámina lo guardaba sin dejar que se extinguiera. Después fundía varias láminas juntas en una lata sobre la lumbre de la estufa, y de ahí sacaba otra pastilla, de forma cilíndrica y la usaba, igual que las otras, hasta adelgazarla nuevamente. La guardaba entonces con las otras láminas y volvía al proceso de fundición. De este modo, en un ciclo interminable, lavaba siempre, en cierto sentido, con un mismo jabón que daba la vuelta sobre sí mismo.
24.1.09
Día 202. (240109)
Perrera municipal
Por cierto que las niñas Fifí no quieren creer lo que son y argumentan que no, que ellas caminan por la otra banqueta. No es cierto, caminan por la misma banqueta que caminan todas la especies Fifí.
Por cierto que las niñas Fifí no quieren creer lo que son y argumentan que no, que ellas caminan por la otra banqueta. No es cierto, caminan por la misma banqueta que caminan todas la especies Fifí.
23.1.09
Día 201. (230109)
La calle del perro perdido
Vivía en esta misma calle de aquí, en donde me pongo a escribir. Un día se cansó de ladrarnos. Pequeño perro lanudo sin cuidados de peluquería. Un perrito Fifí. Se quiso ir a los desfiles de moda. Quién sabe en qué antro acabaría cuidando las puertas, persiguiendo muchachas, olisqueándolas con prisa amorosa. Tenía ojos rabiosos pero era asustadizo como un tejón minusválido. Por ahí anda tristeando, nos han dicho, con su blanco pelaje rizado peinado a la afro.
Vivía en esta misma calle de aquí, en donde me pongo a escribir. Un día se cansó de ladrarnos. Pequeño perro lanudo sin cuidados de peluquería. Un perrito Fifí. Se quiso ir a los desfiles de moda. Quién sabe en qué antro acabaría cuidando las puertas, persiguiendo muchachas, olisqueándolas con prisa amorosa. Tenía ojos rabiosos pero era asustadizo como un tejón minusválido. Por ahí anda tristeando, nos han dicho, con su blanco pelaje rizado peinado a la afro.
Día 200. (220109)
Fiebre
Hablar, Hablar, hablar, decir lo mismo, no oír no oír, sonar, vibrar, hablar. Hablar, hablar más, hasta que se canse el otro, y no diga nada ya. Saliva, dientes, lengua, labios, soplar, respirar, no cantar: sólo hablar, havlar, ablar, bablabar, lavar palabras. Habla, háblame para que ya, hablando hablar, hablar por hablar. No decir nada.
No decir nada.
Hablar, Hablar, hablar, decir lo mismo, no oír no oír, sonar, vibrar, hablar. Hablar, hablar más, hasta que se canse el otro, y no diga nada ya. Saliva, dientes, lengua, labios, soplar, respirar, no cantar: sólo hablar, havlar, ablar, bablabar, lavar palabras. Habla, háblame para que ya, hablando hablar, hablar por hablar. No decir nada.
No decir nada.
21.1.09
Día 199. (210109)
On line
A pesar de que pasaba tanto tiempo “en línea” siempre amanecía con sobrepeso.
A pesar de que pasaba tanto tiempo “en línea” siempre amanecía con sobrepeso.
20.1.09
Día 198, (200109)
Ciencias exactas
Después de colectar soluciones maravillosamente erróneas en los exámenes de matemáticas, por los ciclos de los ciclos escolares amén, el maestro concluyó que esta ciencia era tan extremadamente racional que resultaba absurda y triste, en comparación con el potencial imaginario y gozoso de la respuestas equivocadas. Decidió dedicarse a inventar respuestas erróneas para exámenes de matemáticas de todo tipo.
Después de colectar soluciones maravillosamente erróneas en los exámenes de matemáticas, por los ciclos de los ciclos escolares amén, el maestro concluyó que esta ciencia era tan extremadamente racional que resultaba absurda y triste, en comparación con el potencial imaginario y gozoso de la respuestas equivocadas. Decidió dedicarse a inventar respuestas erróneas para exámenes de matemáticas de todo tipo.
19.1.09
Día 197. (190109)
Palabra
Teodolito, dijo frente al monumento que se alzaba como una columna en medio de la pequeña glorieta de la calzada Porfirio Díaz antes de llegar a la gasolinera del DIF, pero no era el nombre adecuado, así que el monumento no le dijo nada. Insistió: ¡hipogeo!: no. Mamotreto: nada. Zigurat... Qué exótico, pensó, pero no, no era eso tampoco. Se largó de ahí, sólo que al rato cayó sin sentido a media calle. Lo llevaron al hospital, atragantado por una palabra que no podía escupir. Con sumo cuidado los médicos principiantes que atienden en urgencias lograron sacar, insólitamente, una palabra completa con todas sus letras bien puestas: obelisco. Respiró aliviado el paciente. Gracias, explicó, es que la tenía en la punta de la lengua pero no salió. Gracias.
Teodolito, dijo frente al monumento que se alzaba como una columna en medio de la pequeña glorieta de la calzada Porfirio Díaz antes de llegar a la gasolinera del DIF, pero no era el nombre adecuado, así que el monumento no le dijo nada. Insistió: ¡hipogeo!: no. Mamotreto: nada. Zigurat... Qué exótico, pensó, pero no, no era eso tampoco. Se largó de ahí, sólo que al rato cayó sin sentido a media calle. Lo llevaron al hospital, atragantado por una palabra que no podía escupir. Con sumo cuidado los médicos principiantes que atienden en urgencias lograron sacar, insólitamente, una palabra completa con todas sus letras bien puestas: obelisco. Respiró aliviado el paciente. Gracias, explicó, es que la tenía en la punta de la lengua pero no salió. Gracias.
18.1.09
Día 196. (180109)
Adivinanza
Es un templo, de alta techumbre de lámina a dos aguas, estructura de acero, muy industrial, muy fin de siglo XIX, muy estación de ferrocarril (La Gare St.-Lazare del cuadro de Monet). Sube un espeso incienso hacia lo alto, niebla de pantano prehistórico, densos haces de luz solar bajan desde el techo. Hay varios altares, a cada lado de la nave, tal vez unos quince, en total. Los fieles llegan por su ofrenda y la llevan a sus mesas para consumirla, acto al que se entregan con pasión pagana y egoísta, pero igual calman sus instintos, para marcharse luego en paz, de regreso a sus vidas, con su fe en el mundo ya reestablecida.
(Las carnes asadas del Mercado 20 de Noviembre)
Es un templo, de alta techumbre de lámina a dos aguas, estructura de acero, muy industrial, muy fin de siglo XIX, muy estación de ferrocarril (La Gare St.-Lazare del cuadro de Monet). Sube un espeso incienso hacia lo alto, niebla de pantano prehistórico, densos haces de luz solar bajan desde el techo. Hay varios altares, a cada lado de la nave, tal vez unos quince, en total. Los fieles llegan por su ofrenda y la llevan a sus mesas para consumirla, acto al que se entregan con pasión pagana y egoísta, pero igual calman sus instintos, para marcharse luego en paz, de regreso a sus vidas, con su fe en el mundo ya reestablecida.
(Las carnes asadas del Mercado 20 de Noviembre)
17.1.09
Día 195. (170109)
Cita a ciegas
Es un farol en la calle de Reforma, a unas dos o tres cuadras del Gonzati, que funciona mejor que los sitios de encuentro de parejas en internet. La burbuja de luz del farol es imán para citas. Su luz amarilla baña la fachada de una casa antigua. De los huecos largos en donde estuvieron las ventanas, se asoman plantas de baldío tras los barrotes de hierro. La pared descascarada parece la orilla de un continente en un mapa y deja ver el muro de adobe. Llegan los desconocidos y escogen sus ventanas. Se toman las manos, se besan, se estrujan, se envuelven, se beben. El farol bosteza y se apaga. Al final los desconocidos se van cada uno por su lado y no se vuelven a ver (o tal vez sí) en la vida diaria.
Es un farol en la calle de Reforma, a unas dos o tres cuadras del Gonzati, que funciona mejor que los sitios de encuentro de parejas en internet. La burbuja de luz del farol es imán para citas. Su luz amarilla baña la fachada de una casa antigua. De los huecos largos en donde estuvieron las ventanas, se asoman plantas de baldío tras los barrotes de hierro. La pared descascarada parece la orilla de un continente en un mapa y deja ver el muro de adobe. Llegan los desconocidos y escogen sus ventanas. Se toman las manos, se besan, se estrujan, se envuelven, se beben. El farol bosteza y se apaga. Al final los desconocidos se van cada uno por su lado y no se vuelven a ver (o tal vez sí) en la vida diaria.
16.1.09
Día 194. (160109)
Inmortalidad
Había una persona que vivía, anormalmente el presente. Recordaba el pasado sí, y se imaginaba cosas que sólo podían estar en un momento que aún no sucedía, pero estaba convencida de que el futuro no existía. Vivía pues, salvajemente, animalescamente el presente. Se murió con la completa seguridad de ser inmortal, así que, en realidad se quedó atrás en un presente estancado.
15.1.09
Día 193. (150109)
Furor
Tengo una ansiedad que no encuentra su sabor, se dijo un día, cuando ya pesaba más de cien; pero decidió seguir buscándolo, sin importar cuántos kilos tuviera que recorrer para encontrarlo.
Tengo una ansiedad que no encuentra su sabor, se dijo un día, cuando ya pesaba más de cien; pero decidió seguir buscándolo, sin importar cuántos kilos tuviera que recorrer para encontrarlo.
14.1.09
Día 192. (140109)
Parábola del cobarde valiente
El profeta Oseas en la plaza pública, rodeado de niños y otros curiosos que se detienen a escucharlo, dice: el cobarde llegó hasta donde vivía, solitario, el renegado temido y sin amigos. Antes de saber qué hacer, ya que estaba ahí, oyó la voz de trueno del hombre: “¿Quién osa acercarse a dónde yo vivo?”. Y, y, y, yo, dijo el cobarde, haciendo sonar la “y” como una “ll”. “Y qué cosa quieres que osas acercarte a mí?”, dijo enfurecido el otro, asomando al portal de su tosca vivienda de troncos macizos. “N. N. N. ada... yo...”, contestó el otro petrificado y tembloroso, con la voz rota. “¡Entonces largo de aquí!”, gritó el otro, “¡si aprecias tu mísera vida!” (Era muy alto y corpulento, de cabellera y barba negras y tupidas). El cobarde estuvo a punto de correr, pero lo que necesitaba le era tan urgente que resistió su impulso, casi desfalleciendo. “Quiero...” dijo con una voz que tiraba palabras temblorosas al suelo, “quiero que... bueno, que me permitas (casi sollozaba mientras hablaba) “beber un... poco, ¡sólo un poco!”, se diculpó, “de, de, de, tu, tu tu...” “¿De mi infusión que da el valor a los hombres?”, le contestó ofendido y bronco el casi gigante. “S, s, s, s, s, sssí”, tartamudeó el cobarde, y comenzó a elaborar una disculpa y a hablar de precios. “Calla”, amenazó el otro, y avanzó hacia él con pasos de pesado animal blindado. El cobarde retrocedió y se sostuvo apenas de pie gracias a que encontró el respaldo de un árbol reseco. Apenas pudo hacer un miedoso ademán afirmativo con la cabeza, mientras mostraba una bolsa con monedas. El renegado las arrojó de sí de un manotazo. “Ven entonces”, le dijo amenazadoramente, y se lo llevó con su manaza puesta en su hombro. “Esta es” le mostró un cuenco. “Bébela”, le ordenó y empujó su cabeza hacia el cuenco. Casi ahogándose, el cobarde bebió unos tragos como pudo. Se quedó expectante. “¿Qué?”, preguntó ásperamente el renegado. “Na, na, nada, na, na... es que, es que na, nada, yo, es que... ¡aún tengo miedo!”. El otro se carcajeó salvajamente en su cara. “Ya, largo de aquí”, le dijo, “que la infusión no tiene nada, son historia estúpidas de los viejos del pueblo, que ya eres valiente, si no ¿por qué sigues aquí después de todo, bajo mi techo y junto a mis gritos?
El profeta Oseas en la plaza pública, rodeado de niños y otros curiosos que se detienen a escucharlo, dice: el cobarde llegó hasta donde vivía, solitario, el renegado temido y sin amigos. Antes de saber qué hacer, ya que estaba ahí, oyó la voz de trueno del hombre: “¿Quién osa acercarse a dónde yo vivo?”. Y, y, y, yo, dijo el cobarde, haciendo sonar la “y” como una “ll”. “Y qué cosa quieres que osas acercarte a mí?”, dijo enfurecido el otro, asomando al portal de su tosca vivienda de troncos macizos. “N. N. N. ada... yo...”, contestó el otro petrificado y tembloroso, con la voz rota. “¡Entonces largo de aquí!”, gritó el otro, “¡si aprecias tu mísera vida!” (Era muy alto y corpulento, de cabellera y barba negras y tupidas). El cobarde estuvo a punto de correr, pero lo que necesitaba le era tan urgente que resistió su impulso, casi desfalleciendo. “Quiero...” dijo con una voz que tiraba palabras temblorosas al suelo, “quiero que... bueno, que me permitas (casi sollozaba mientras hablaba) “beber un... poco, ¡sólo un poco!”, se diculpó, “de, de, de, tu, tu tu...” “¿De mi infusión que da el valor a los hombres?”, le contestó ofendido y bronco el casi gigante. “S, s, s, s, s, sssí”, tartamudeó el cobarde, y comenzó a elaborar una disculpa y a hablar de precios. “Calla”, amenazó el otro, y avanzó hacia él con pasos de pesado animal blindado. El cobarde retrocedió y se sostuvo apenas de pie gracias a que encontró el respaldo de un árbol reseco. Apenas pudo hacer un miedoso ademán afirmativo con la cabeza, mientras mostraba una bolsa con monedas. El renegado las arrojó de sí de un manotazo. “Ven entonces”, le dijo amenazadoramente, y se lo llevó con su manaza puesta en su hombro. “Esta es” le mostró un cuenco. “Bébela”, le ordenó y empujó su cabeza hacia el cuenco. Casi ahogándose, el cobarde bebió unos tragos como pudo. Se quedó expectante. “¿Qué?”, preguntó ásperamente el renegado. “Na, na, nada, na, na... es que, es que na, nada, yo, es que... ¡aún tengo miedo!”. El otro se carcajeó salvajamente en su cara. “Ya, largo de aquí”, le dijo, “que la infusión no tiene nada, son historia estúpidas de los viejos del pueblo, que ya eres valiente, si no ¿por qué sigues aquí después de todo, bajo mi techo y junto a mis gritos?
13.1.09
Día 191. (130109)
Mesías.
Cumplió 33 años con la misma bicicleta, y aún la usaba transitando por calles abolladas y entre conductores ingratos. No le quedaba más que crucificarla, decidió.
Cumplió 33 años con la misma bicicleta, y aún la usaba transitando por calles abolladas y entre conductores ingratos. No le quedaba más que crucificarla, decidió.
12.1.09
Día 190. (120109)
Dos viejitas
Iban juntas caminando, flaquitas, chaparritas, frágiles y resistentes en su envoltura delicada de papel y platicaban entre ellas mismas tan rápido y tan bajito, y usaban tantos sonidos de íes así como muchísimos diminutivos quejumbrosillosque sus voces empequeñecidas, casi casi imaginadas eran más bien, sí, iguales a las vibraciones del ultrasonido, imperceptibles al oído humano. Había que imaginar su tintinear más que oírlo, en realidad.
Iban juntas caminando, flaquitas, chaparritas, frágiles y resistentes en su envoltura delicada de papel y platicaban entre ellas mismas tan rápido y tan bajito, y usaban tantos sonidos de íes así como muchísimos diminutivos quejumbrosillosque sus voces empequeñecidas, casi casi imaginadas eran más bien, sí, iguales a las vibraciones del ultrasonido, imperceptibles al oído humano. Había que imaginar su tintinear más que oírlo, en realidad.
11.1.09
Día 189. (110109)
Naufragio de lavandería.
Azoteas de ropa blanca, sábanas, bajo cielo nublado: velámenes de retacería. Las casas navegan, se oxidan, el casco se les llena de excrecencias de las aguas de estos mares. Marinero en tierra firme, como decía Alberti, llega a su puerta (que no a su puerto), cada noche y entra a su propia isla. Siente que una vez más se salva.
Azoteas de ropa blanca, sábanas, bajo cielo nublado: velámenes de retacería. Las casas navegan, se oxidan, el casco se les llena de excrecencias de las aguas de estos mares. Marinero en tierra firme, como decía Alberti, llega a su puerta (que no a su puerto), cada noche y entra a su propia isla. Siente que una vez más se salva.
Día 189. (110109)
Naufragio de lavandería.
Azoteas de ropa blanca, sábanas, bajo cielo nublado: velámenes de retacería. Las casas navegan, se oxidan, el casco se les llena de excrecencias de las aguas de estos mares. Marinero en tierra firme, como decía Alberti, llega a su puerta (que no a su puerto), cada noche y entra a su propia isla. Siente que una vez más se salva.
Azoteas de ropa blanca, sábanas, bajo cielo nublado: velámenes de retacería. Las casas navegan, se oxidan, el casco se les llena de excrecencias de las aguas de estos mares. Marinero en tierra firme, como decía Alberti, llega a su puerta (que no a su puerto), cada noche y entra a su propia isla. Siente que una vez más se salva.
Día 189. (110109)
Naufragio de lavandería.
Azoteas de ropa blanca, sábanas, bajo cielo nublado: velámenes de retacería. Las casas navegan, se oxidan, el casco se les llena de excrecencias de las aguas de estos mares. Marinero en tierra firme, como decía Alberti, llega a su puerta (que no a su puerto), cada noche y entra a su propia isla. Siente que una vez más se salva.
Azoteas de ropa blanca, sábanas, bajo cielo nublado: velámenes de retacería. Las casas navegan, se oxidan, el casco se les llena de excrecencias de las aguas de estos mares. Marinero en tierra firme, como decía Alberti, llega a su puerta (que no a su puerto), cada noche y entra a su propia isla. Siente que una vez más se salva.
10.1.09
Día 188. (100109)
Fauna
Aquí las montañas no están lejos. Uno puede llegar en un urbano, el San Felipe, hasta las faldas mismas en donde empieza el bosque. Por eso encontramos todavía ardillas que ladran alarmadas de pronto en los árboles de nuestras casas, y encontramos tejones hurgando en los botes de basura, y también culebras de tamaño mediano para entretenimiento de los gatos que las persiguen por deporte, distracción, o mera disciplina de entrenamiento, ya que no las necesitan para otra cosa puesto que están de sobra alimentados, aunque sea a base de asépticas croquetas. Por algo se han convertido en el carnívoro terrestre más extendido del planeta. Ya hasta hablan, o si no, se distraen imitando nuestras articulaciones y las entonaciones con que platicamos. En un futuro podrán sustituirnos, después de perfeccionar sus muchas estrategias para el ocio feliz.
Aquí las montañas no están lejos. Uno puede llegar en un urbano, el San Felipe, hasta las faldas mismas en donde empieza el bosque. Por eso encontramos todavía ardillas que ladran alarmadas de pronto en los árboles de nuestras casas, y encontramos tejones hurgando en los botes de basura, y también culebras de tamaño mediano para entretenimiento de los gatos que las persiguen por deporte, distracción, o mera disciplina de entrenamiento, ya que no las necesitan para otra cosa puesto que están de sobra alimentados, aunque sea a base de asépticas croquetas. Por algo se han convertido en el carnívoro terrestre más extendido del planeta. Ya hasta hablan, o si no, se distraen imitando nuestras articulaciones y las entonaciones con que platicamos. En un futuro podrán sustituirnos, después de perfeccionar sus muchas estrategias para el ocio feliz.
9.1.09
Día 187. (090109)
El último de su especie
Un dragón no es lo que pensamos, sino algo más a nuestro alcance. Vuela, escupe fuego, es más grande que un elefante y más temible que cualquier depredador vivo; es lo que se sabe. Encontré a uno de ellos, de dos cabezas que no salían del mismo cuello, sino que estaban una a cada extremo del cuerpo; no tenía cola, por tanto, y de sus cuatro patas, cada par se orientaba en dirección a cada cabeza, de manera que cuando quería caminar, cada lado jalaba en una dirección distinta y así nunca le era posible avanzar. No tenía por cierto alas y la mayor parte de su lomo estaba hueco. Uno podía subirse en él y sentarse en su interior. Sus ojos miraban fijamente a lo alto, como dos bulbos saltones y alucinados. Inmóvil y silencioso sólo le restaba esperar la noche para empezar a balancearse de un lado hacia otro ya que caminar, como queda visto, no podía. Estaba rodeado por otros juegos de feria, como el carrusel y la rueda de la fortuna, y decían que por cinco pesos te podías subir en él. Su color verde fosforecía en la oscuridad.
Un dragón no es lo que pensamos, sino algo más a nuestro alcance. Vuela, escupe fuego, es más grande que un elefante y más temible que cualquier depredador vivo; es lo que se sabe. Encontré a uno de ellos, de dos cabezas que no salían del mismo cuello, sino que estaban una a cada extremo del cuerpo; no tenía cola, por tanto, y de sus cuatro patas, cada par se orientaba en dirección a cada cabeza, de manera que cuando quería caminar, cada lado jalaba en una dirección distinta y así nunca le era posible avanzar. No tenía por cierto alas y la mayor parte de su lomo estaba hueco. Uno podía subirse en él y sentarse en su interior. Sus ojos miraban fijamente a lo alto, como dos bulbos saltones y alucinados. Inmóvil y silencioso sólo le restaba esperar la noche para empezar a balancearse de un lado hacia otro ya que caminar, como queda visto, no podía. Estaba rodeado por otros juegos de feria, como el carrusel y la rueda de la fortuna, y decían que por cinco pesos te podías subir en él. Su color verde fosforecía en la oscuridad.
8.1.09
Día 186. (080109)
Existencias virtuales
Igual a un corderito con un lobo instalado en su interior, iba siguiendo una rutina más de entretenimiento, para ocupar su ocio, para llenar el vacío, para vaciar lo que de todos modos nunca está lleno. Lo deslumbraba la vereda de promesas de los anuncios luminosos. Llegó a la taquilla, compró las palomitas, vio la película y salió más que satisfecho después de ver una historia que por supuesto no vivió: estaba bien: así ahorraba en el banco de lo imaginado pero no vivido. Ok. Tal vez fuera mejor que ser cristiano en la arena del circo. O bien ya estaba cansado de leones y otras mascotas descontroladas.
Igual a un corderito con un lobo instalado en su interior, iba siguiendo una rutina más de entretenimiento, para ocupar su ocio, para llenar el vacío, para vaciar lo que de todos modos nunca está lleno. Lo deslumbraba la vereda de promesas de los anuncios luminosos. Llegó a la taquilla, compró las palomitas, vio la película y salió más que satisfecho después de ver una historia que por supuesto no vivió: estaba bien: así ahorraba en el banco de lo imaginado pero no vivido. Ok. Tal vez fuera mejor que ser cristiano en la arena del circo. O bien ya estaba cansado de leones y otras mascotas descontroladas.
7.1.09
Día 185. (070109)
Abreviatura*
Palabra humillada, por exceso de megalomanía, que regresa recortada a su significado original, pero ya sin prestigio fonético.
* Cualquier parecido con lo que nos pasa a las personas, simplificadas por las burocracias y la cultura de medios masivos, es exacta.
Palabra humillada, por exceso de megalomanía, que regresa recortada a su significado original, pero ya sin prestigio fonético.
* Cualquier parecido con lo que nos pasa a las personas, simplificadas por las burocracias y la cultura de medios masivos, es exacta.
6.1.09
Día 184. (060109)
Oruga
Todo un tractor. A su escala no parece haber nada capaz de detenerla: más larga que cualquiera de mis dedos y tan ancha como dos juntos. Se desplaza inconmovible con su cuerpo anillado “todo terreno” hacia la calzada de cuatro carriles en donde los autos y camiones pasan velozmente, como si tuvieran prisa de por de vida. Se persiguen entre sí, en realidad. Ella, ella cayó del árbol, o descendió por el tronco, propositiva, meditativamente. Es de color verde intenso, con manchas amarillas, anillos negros, ojos fosforescentes. Gran diseño. Por dentro se adivina pastosa. Llegaría a ser una especie de ángel pavorreal si no insistiera en avanzar hacia la calzada. Con un criterio ambientalista de no intervenir en lo observado, la dejo y sigo mi propio camino evitando cuidadosamente, por mi parte, toda ráfaga automotriz o camionil.
Todo un tractor. A su escala no parece haber nada capaz de detenerla: más larga que cualquiera de mis dedos y tan ancha como dos juntos. Se desplaza inconmovible con su cuerpo anillado “todo terreno” hacia la calzada de cuatro carriles en donde los autos y camiones pasan velozmente, como si tuvieran prisa de por de vida. Se persiguen entre sí, en realidad. Ella, ella cayó del árbol, o descendió por el tronco, propositiva, meditativamente. Es de color verde intenso, con manchas amarillas, anillos negros, ojos fosforescentes. Gran diseño. Por dentro se adivina pastosa. Llegaría a ser una especie de ángel pavorreal si no insistiera en avanzar hacia la calzada. Con un criterio ambientalista de no intervenir en lo observado, la dejo y sigo mi propio camino evitando cuidadosamente, por mi parte, toda ráfaga automotriz o camionil.
5.1.09
Día 183. (050109)
Parpadeo
Entra Francisco Toledo en la librería de Educal en el exconvento de Santo Domingo, compra un libro, uno grande. Paola me dice que ahí está, volteo, otros también lo ven. Se sabe reconocido y desvía la mirada. Se despide del encargado de la librería, en voz baja, sin quererse notar, digo yo, y se escabulle, casi, con pisadas silenciosas y rápidas. Sabe pasar como si no hubiera estado ahí y sin embargo deja un vacío en donde sigue estando.
Entra Francisco Toledo en la librería de Educal en el exconvento de Santo Domingo, compra un libro, uno grande. Paola me dice que ahí está, volteo, otros también lo ven. Se sabe reconocido y desvía la mirada. Se despide del encargado de la librería, en voz baja, sin quererse notar, digo yo, y se escabulle, casi, con pisadas silenciosas y rápidas. Sabe pasar como si no hubiera estado ahí y sin embargo deja un vacío en donde sigue estando.
Día 182. (040109)
Parvada
Palomas que caminan juntas, discretamente, a pasos cortos, sin hablarse casi entre sí, mirando las cosas fugazmente, son menudas, mágicas, únicas. Vuelan adentro de sí mismas mientras caminan. Vienen de montañas frías, de los bosques, con sus huipiles largos, rojos encendidos. Pasan dejando una estela de grato silencio tras de sí, las triquis.
Palomas que caminan juntas, discretamente, a pasos cortos, sin hablarse casi entre sí, mirando las cosas fugazmente, son menudas, mágicas, únicas. Vuelan adentro de sí mismas mientras caminan. Vienen de montañas frías, de los bosques, con sus huipiles largos, rojos encendidos. Pasan dejando una estela de grato silencio tras de sí, las triquis.
3.1.09
Día 181. (030109)
Autoexcusa
Riego el pasto del jardín e innumerables arañas patonas y panzonas emergen y huyen apuradas del agua como asteriscos alborotados. Toda un línea de ellas avanza contra la pared. Ya ahí las inundo por partes para que confiesen pero no se desaniman; en cuanto retiro el chorro del agua vuelven a salir desde el fondo del pasto. Cuando suben a la pared las barro con el agua. Entiendo; no son arañas, sino verdaderos asteriscos que remiten a una información complementaria al pie de una página que tiene algo que aclararme. Frente a una plaga como ésta me doy ya por fumigado, así que regreso sin ruido a mi propio asterisco para no llamar la atención de nadie.
Riego el pasto del jardín e innumerables arañas patonas y panzonas emergen y huyen apuradas del agua como asteriscos alborotados. Toda un línea de ellas avanza contra la pared. Ya ahí las inundo por partes para que confiesen pero no se desaniman; en cuanto retiro el chorro del agua vuelven a salir desde el fondo del pasto. Cuando suben a la pared las barro con el agua. Entiendo; no son arañas, sino verdaderos asteriscos que remiten a una información complementaria al pie de una página que tiene algo que aclararme. Frente a una plaga como ésta me doy ya por fumigado, así que regreso sin ruido a mi propio asterisco para no llamar la atención de nadie.
2.1.09
Día 180. (020109)
¿Somos lo que comemos?
Pedí unas enchiladas verdes en el Terranova, tipo suizas. Comenté sobre la textura de cocimiento del pollo, diferente a la que hacemos en casa, el sabor, la salsa; que si le habían puesto esto o lo otro, que si primero hicieron una cosa y luego otra. Me quedé elucubrando. Dacia redondeó rápidamente mis aproximaciones y sin ninguna posibilidad de duda me dijo que no: que todo era resultado de lo que les habían dado de comer a los pollos. En un mundo paralelo, en donde los humanos fuéramos alimento de crianza para otra especie, tendríamos nosotros, una vez guisados, un indefinible sabor misceláneo a despensa de supermercado, a farmacia y a laboratorio de conservadores, saborizantes, colorantes, desinfectantes, pesticidas y fertilizantes, entre otras cosas. Nos faltaría poco, tal vez, para ser píldoras, más que comida.
Pedí unas enchiladas verdes en el Terranova, tipo suizas. Comenté sobre la textura de cocimiento del pollo, diferente a la que hacemos en casa, el sabor, la salsa; que si le habían puesto esto o lo otro, que si primero hicieron una cosa y luego otra. Me quedé elucubrando. Dacia redondeó rápidamente mis aproximaciones y sin ninguna posibilidad de duda me dijo que no: que todo era resultado de lo que les habían dado de comer a los pollos. En un mundo paralelo, en donde los humanos fuéramos alimento de crianza para otra especie, tendríamos nosotros, una vez guisados, un indefinible sabor misceláneo a despensa de supermercado, a farmacia y a laboratorio de conservadores, saborizantes, colorantes, desinfectantes, pesticidas y fertilizantes, entre otras cosas. Nos faltaría poco, tal vez, para ser píldoras, más que comida.
Día 179. (010109)
Presentimiento
Se quedó dormido con la tibieza de los abrazos y los buenos deseos, pero al día siguiente, cuando salió a la calle, se sentía extraviado. ¿Qué podía haber cambiado, en realidad? Todo, pero prácticamente nada. Sin embargo la ciudad parecía marchita y abandonada, como si le costara trabajo abrir los ojos, mover los dedos, reconocerse en el espejo. Se retiró asustado a su cuarto oscuro y encendió un cerillo, para empezar de nuevo y poco a poco.
Se quedó dormido con la tibieza de los abrazos y los buenos deseos, pero al día siguiente, cuando salió a la calle, se sentía extraviado. ¿Qué podía haber cambiado, en realidad? Todo, pero prácticamente nada. Sin embargo la ciudad parecía marchita y abandonada, como si le costara trabajo abrir los ojos, mover los dedos, reconocerse en el espejo. Se retiró asustado a su cuarto oscuro y encendió un cerillo, para empezar de nuevo y poco a poco.
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