9.4.07

10 Minificciones. Bestiario.

10 minificciones
Bestiario

Effe Montesdeoca
Marzo 2019 oaxax

El pescado venial
Cuando pez, vive cómodamente cerca de la superficie de las aguas calmas. No se arriesga y evita con método los anzuelos, incluidos aquellos que tienen la combinación más suculenta de gusanos y otros bichos de textura suave y cremosa. Si dice mentiras, son inocentes mentiras piadosas, si roba algún mordisco del cebo sin dejarse atrapar, pide disculpas, asomando por un momento sus ojos redondos por encima del agua, aunque siempre a espaldas de los pescadores. Si tiene algún deseo inconfesable prefiere olvidarlo en sesiones de terapia que moderan sus antojos. Cuando es pescado, casi siempre gracias a las tramposas redes, los pescadores lo regresan al agua pues la falta de pecados capitales lo deja sin atractivo para los paladares humanos.

Animal mineral
Confundido con las montañas más altas del mundo, este animal, que fue arrastrado desde las profundidades del océano precámbrico cuando el subcontinente indio chocó con el continente asiático, vive silencioso e inmóvil, en estado pétreo, una vida de sal; pero respira (una vez por día), se desplaza (1 centímetro por año) y es autótrofo (por lo cual no sabe nada del placer de la comida). Sus ojos están en cualquier parte, o en ninguna. Dura siglos incrustado en las paredes de bauxita, de calcio y feldelpasto del Himalaya, hasta que la erosión lo arranca. Entonces desciende, con la ayuda del deshielo, hasta el mundo tumultuoso de las tierras bajas. Ahí, los coleccionistas lo atesoran por la variedad escultórica y multicolor de las espinas que cubren su exoesqueleto (de hecho, es puro exoesqueleto e intraesqueleto), pero lo atesoran, sobre todo, por su capacidad de cambiar de color según el estado de ánimo de quien lo mira.
Algunos psicólogos elaboran un minucioso catálogo con los significados de los innumerables colores que adopta mientras es observado pues, aseguran, su interpretación equivaldría a tomar una radiografía de la mente de quien lo observa.

El ratón milimétrico
No es el que se come el queso de las trampas en las caricaturas, ni el que se esconde en los resquicios de tus muebles, ni el que asusta a los elefantes corriendo entre sus patas, sino el que roe con sus dientes agudos las orillas de los instrumentos de medición y nos hace cometer errores que luego no dejan que la puertas cierren, o impide que los libros ajusten en los libreros, o que los labios no alcancen la boca que buscaban, o que la sonda espacial pase de largo sin alcanzar el planeta a donde fue enviada, pues estos ratones provocan con su hambre de milímetros, según una convicción científica, que una mínima diferencia inicial se convierta en una diferencia final ilimitada, cosa que dio lugar, entre otras cosas, al Big Bang, según se especula.

La rana ranativa
Se sienta a la orilla del estanque o sobre una piedra rodeada por los lirios que la fosforescen con una pálida radiación verde; luego, en lugar de croar, se pone a contar historias, tan viejas como la especie misma de las ranas, y aunque las demás ranas muy raramente se interesan, la luna, que se asoma a su laguna, la escucha con fascinación toda la noche.

El pezarena
Se traslada, como el metro, por un sistema de túneles bajo la arena de los desiertos. Es un pez seco. Avanza con el filo acerado de sus escamas frontales, que muerden y giran apartando la lija en polvo de la arena. Es incomible pues está hecho en su mayoría de escamas y espinas puntiagudas que atraviesan la armadura de su piel. Sus órganos son duros y su alimentación es mineral: sales de sodio y de potasio, silicatos, nitratos y las proteínas y lípidos olvidados en la arena por generaciones de animales que han dejado sudores y deshechos, restos de piel, sus carcasas desecadas. Bebe la energía del sol acumulada en los granos de arena y la imaginada humedad del aire. Nada rápido y ondulante y es largo como una víbora cornuda, que lo evita invariablemente pues la coraza de sus escamas le rompe los colmillos. También canta, según dicen, pero sólo lo escuchan quienes duermen.

El león no es como lo pintan
Flojo y a la vez feroz. Es mas un gato grande con pantuflas equipadas para trepar paredes, pero sólo antes de que su dieta cambiara a presas que duplicaban su propio peso, o que duplicaban su velocidad, o su astucia; es por esto que un león nunca es un león sino un león dividido entre 2, lo cual, aunque parece incomprensible, es muy claro en realidad: consiste en que adentro de un león siempre hay un segundo animal de la mitad del tamaño del primero, de tal manera que cuando el cuerpo del primero esta en la ruina, después de tantas batallas perdidas, el segundo sale por las costuras de la piel del primero, pero no es ya un león, sino algo parecido a un perro; entonces se va las ciudades y deambula entre los desechos para buscar comida, o espera a que lo adopte un humano-humanitario. Ladra, pero no muerde. Las leonas nunca saben nada de esto, ni lo extrañan. Nada más lo cambian por el próximo leon-perro.

El túél
Es tan así, ese animal, tan perro, tan lagarto, tan patógeno y ponzoña; tan allá de tan acá, que no lo has ni visto cuando ya lo traes encima, espinudo y rasposo, colándose por adentro de las ropas; pero cauteloso pues no hace ruido, sin que te des cuenta, sin que te dé comezón; luego, asalta las orillas de tu cuerpo para meterse en ti por las comisuras de ojos, boca, o entre las uñas, la cola, los poros, no uno por uno sino por un pedazo completo de tu piel, como si sudaras al revés, y entonces ve por tus ojos, respira en tus pulmones, te habla y los demás lo oyen, como si fueras tú, y gruñe, eructa, rezonga y se transparenta por todos tus lados. Cuando eso pasa por fin descubres lo que ya sabías, que él, eres tú.

El bug del tiempo
Como su nombre lo dice, es un gusano. No habita en los relojes, ni siquiera en el latido de los relojes, tristes instrumentos humanos que usamos para partir el pastel del tiempo. No, este bug es un poco como la neurona del tiempo pero sin neurona. Pura imaginación flotante. Aun así, carcome el tiempo y lo vuelve gotas de luz. Es un parásito en relación simbiótica con su huésped; por lo tanto no hay tiempo sin gusano ni gusano sin tiempo. Los científicos lo descubrieron por los agujeros que hace en el espacio plegado. A pesar de todo lo dicho, podemos verlo muy ocasionalmente como destellos de luz azulada, casi transparentes, corto y regordete, lleno de burbujas, mientras rueda de un lado al otro del universo atravesando, muy de vez en cuando, por el rabillo de nuestros ojos.

El piojo hablador
Era un piojo, tan humano, que hablaba; aunque no lo oyeran, porque su voz se perdía en decibeles tan pequeños como las décimas de un milímetro, y también porque se silenciaba entre los pliegues de la ropa de quien lo portara. ¿Qué tenía de especial en su anatomía este piojo no atendido por los oídos de la humanidad? Pues nada, que para hablar mandaba sus sonidos a su tubo digestivo para usarlo como resonador. No tenía boca, no, sino una serie de tubitos por donde lanzaba aire comprimido. Cuando sus eficientes patas resorteadas lo hacían saltar, gritaba, pero ni aun así era escuchado. Picaba, mordía y lijaba, eso sí, y chupaba las palabras de su huésped; de este modo pronunciaba sus discursos, dirigidos a seres más minúsculos que él, que tampoco lo entendían pero, cosa singular, nunca contaba mentiras.

Ajolote

Es simpático, se piensa, porque siempre sonríe (plácidamente). Está hecho de gelatina de mango, de fresa y de limón (en menor medida), pero es impermeable: el agua nunca lo disuelve. Su felicidad es auténtica. Tiene un corazón cálido que entibia las cosas que lo rodean y que se le transparenta por el pecho y los costados. Como las ranas y las salamandras es calvo. Basta acariciarlo con un dedo por su tenue aleta dorsal. Respira por la guirnalda de plumas rosáceas de piel que adornan los lados de su cabeza, por las que además, respira y piensa. Nunca se dice, paro algunos creen que es el primero y más auténtico de sus pokemones. Aunque parece un dulce no se recomienda chuparlo como tal.

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