18.7.08

Día 346. (170609)

Otra globalización

No era un dedo pero vivía en la punta de un zapato. No me pregunten qué era; el caso es que le pesaba todo el cuerpo encima. Se quejaba, claro, pues pensaba que estaba al final de la cadena de mensajes, pues una rígida burocracia le hacía depender de los caprichos del cerebro, entidad lejana e inalcanzable. Un día quiso llegar a esa cima vertical para intercambiar ideas, pero descubrió lo celosos que se ponen todos cuando cuidan su preciada jerarquía. No consintieron sino en transmitir su mensaje, cosa que rechazó. En realidad acabó por hacerse individualista in extremis y tomó la costumbre de pinchar con la aguda punta de un alfiler el dedo gordo del pie que le quedaba cerca; con esto alcanzó una comunicación directa y constante con el cerebro, al que hizo depender así de sus caprichos.