6.7.08

Día 4

Parque en San Felipe

Eran piedras, pero se creían semillas. Tenían esperanzas, por lo tanto. Habían estado largos meses —tal vez años— bajo el circuito de arena por el que pasan diariamente los corredores que hacen ejercicio por las mañanas, de acuerdo a las buenas costumbres de la New Age. La rutina de estas piedras era la rutina de la espera, y ni tan siquiera se miraban entre sí —como puede suponerse—, aunque se encontraran a dos cms. una de la otra. Se calentaban y se enfriaban repetidamente, de la mañana a la noche y del verano al invierno. Los ojos cerrados, los oídos abiertos. Piedras. Las últimas lluvias acabaron por deslavar el suelo y ahora han emergido por todos lados. Sin estirarse ni bostezar, nos sonríen con el encanto un poco simple de los que se sorprenden de todo, mientras pasamos sobre ellas sin darles ni una bienvenida de compromiso, por lo menos.

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