La invención de la magia
Por la magia de Oaxaca, le dijo sonriendo la señora mientras dejaba unas monedas en su sombrero desastrado. Magia, ¿cuál magia?, preguntó más para sí que para ella. Estaba sentado en la banqueta, con las piernas recogidas. La señora se ofusco, borró de su cara la sonrisa y se alejó rápido de ahí, no fuera que el contacto con la realidad desvaneciera lo que los turistas, y los fuereños como yo, queremos creer que es magia.
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