6.7.08

Día 60. (040908)

Hábitos de conducta

Hay dos árboles juntos, inmensos como una isla. Son dos laureles gigantescos, verde oscuros, que están en donde el Banamex de la calzada Porfirio Díaz. Vistos desde más lejos, desde alguna azotea, por ejemplo, se puede dar uno cuenta de que no están solos; más acá, seguramente en el jardín de alguna casona, hay otra isla igual de enorme; ambas sobresalen del agua del aire. Cientos de pájaros que las habitan surgen de pronto disparados de una a otra isla arbórea y les avisan a sus vecinos acerca de todos los manjares que hay en el lugar de donde vienen: insectos, tallos, brotes, polen y todas esas cosas que los hacen felices. Los vecinos se van al otro árbol y disfrutan la visita. Al poco rato, cualquiera de las dos bandadas que, al fin pájaros, tienen una memoria breve y cambiadiza, creen haber descubierto nuevos deliciosos manjares y salen disparados una vez más al otro árbol llevando la noticia y así vuelven a cambiar de lugar, alborotados por tan constante e inesperada variedad y abundancia. No salen de este circuito y repiten esta operación todo el día. En la noche eso sí, todos recuerdan con precisión donde está su cama, es decir su nido, y quién es su pareja y su familia. No sueñan, porque carecen de imaginación, según me han dicho.

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